Cuenta la leyenda que en un solar de Barcelona hace siglos unos marineros encontraron una imagen de la Virgen encaramada sobre un árbol. En este lugar que pasó a denominarse plaza del pino (Pi en catalán) se levantó un pequeña capilla que acabó transformándose en la basílica de Santa María. A los pies de su magnífico rosetón los artesanos exponen los tentadores productos de la tierra. Aquí se mezclan olores y sabores de los una amplia variedad de quesos, dulces o vinos.En este día de lluvioso de Febrero el pavimento mojado de la plaza refleja los colores del invierno.
Autor de foto y texto: Alfredo Medina ©