Hace millones de años la acción erosiva de los ríos esculpió paisajes de singular belleza. Este fenómeno sucedió en lugares como el territorio que hoy comprende el Parque Natural del Río Lobos. Dentro de ese espacio protegido de más de 10.000 hectáreas, el viajero podrá explorar tierras repletas de barrancos cuevas y simas. Si levanta la vista es probable que divise algún que otro halcón o buitre leonado, y si mira al horizonte contemplará poblados bosques de matorral y pinos. Caminando por este paraje, donde reina el silencio, un sorprendido visitante se topará con una ermita románica. La historia de este templo tiene una historia muy singular. Vinculada desde su origen al hermandad de los templarios, su localización geográfica responde a una causa un tanto esotérica. Según una vieja creencia, la iglesia de San Bartolomé está erigida en el punto equidistante entre los dos lugares más alejados en la Península: Finisterre y el cabo de Creus.
Autor de foto y texto: Alfredo Medina ©