Se suele tener una idea preconcebida de Nápoles como una ciudad caótica y frenética, arquetipo de la vida histriónica del sur y capital mundial de la furbizia, que es esa forma tan napolitana de entender la picaresca. Quizás todo eso sea cierto, pero no se sería justo sino se dijera que Nápoles es mucho más. La antigua Parthenope es un lugar de amplios y desaforados contrastes, donde el arte barroco más sublime prevalece en ese entorno de arraigada degradación . En las calles que rodean Porta Nolana, una de las primitivas entradas a la ciudad, el endemoniado ritmo napolitano alcanza su máxima expresión. En los días laborables se instala aquí un gran mercado callejero, donde el avezado comprador podrá adquirir las mejores gangas. Asistir a las transacciones cotidianas resulta aquí un gran espectáculo. Todo esto sucede en un escenario de calles abigarradas. Aquí la ropa tendida se funde con banderines de fiesta en una atmósfera de aromas a especias y de estruendos de motocicleta.
Autor de foto y texto: Alfredo Medina ©