La gran expansión griega del siglo VIII a.C. provocó la fundación de diversas colonias en el Mediterráneo. Uno de los asentamiento más importantes se erigió en el sur de Sicilia, en el islote de Ortigia. Con el paso del tiempo este enclave acabó convirtiéndose en la poderosa polis de Siracusa. En esta ciudad, lugar de nacimiento de Arquímedes, la impronta de la cultura griega está presente en cada una de sus esquinas. Caminando por la fachada oeste de la ciudad vieja, el viajero se topará con la fuente de Aretusa. Será el momento de detenerse delante de este manantial lleno de nenúfares y descubrir su mítica historia.
La ninfa Aretusa, para librarse de las intenciones amorosas de Alfeo, se encomendó a la diosa Artemisa. Esta la convirtió en una fuente de agua dulce. Pero Alfeo, hijo de Océano consiguió transformarse en río. Desde entonces Aretusa y Alfeo unen sus aguas hasta el fin de los tiempos
Autor de foto y texto: Alfredo Medina ©