A orillas del Moldava descubrimos un “pueblo pequeño”. Así llaman los checos a este barrio barroco de influencias italianas. Junto a los elegantes palacios brillan numerosas iglesias. Una de ellas acoge la imagen del «Niño Jesús de Praga», venerada por millones de católicos de la Europa central. Las calles de Mala Strana, repletas de cafés y restaurantes, rebosan vitalidad a cualquier hora del día. Al bullicio cotidiano se suma el rumor de los tranvías; sin duda unos de los sonidos más personales del viejo barrio.
Autor de foto y texto: Alfredo Medina ©
Muy bella ciudad. Y muy bella descripción
Gracias Alfonso, un abrazo!