Durante el verano de 1992 por las grandes avenidas de Moscú apenas circulaban vehículos. La Unión Soviética ya era historia y los rusos vivían su particular transición. En apariencia todo seguía igual. La grisura de sus edificios, la falta de actividad comercial y un silencio inquietante no parecían anunciar como sería su vertiginosa transformación. Sobre el cielo de Moscú sobresalían los que eran sus únicos rascacielos: las llamadas Siete hermanas . Así se llamaba a las construcciones megalómanas que mandó construir Stalin como alegoría del socialismo triunfante. La presencia en el horizonte de estos edificios y toda su simbología todavía sobrecoge.
Autor de foto y texto: Alfredo Medina ©