En las tardes de verano el templete de los jardines de Luxemburgo se llena de apasionados del tango. En el París de entreguerras esta «canción triste que se baila» causó furor en los cabarets de Pigalle y Montmartre. Los parisinos de hoy que aman este baile se citan habitualmente a orillas del Sena o en plazas públicas. Todavía el hechizo del tango se respira en la calle.Qué suene el bandoneón…
Autor de foto y texto: Alfredo Medina ©