La joya del Adriático, como calificó Lord Byron a la ciudad de Dubrovnik, ha sido un enclave muy codiciado tanto por hordas de bárbaros como por poderosos imperios. Para salvaguardarse de los continuos embates, los distintos gobiernos de esta ciudad-estado fueron consolidando un complejo entramado de murallas. En uno de sus extremos se edificó en el siglo XV la fortaleza de San Juan . Para impedir el desembarco de los piratas, los ciudadanos extendían pesadas cadenas de uno a otro lado de la bocana portuaria. Pero las amenazas de destrucción no terminaron ahí.En 1991 el ejercito popular yugoslavo arrojó decenas de bombas sobre sus adoquines. Como ocurrió en otras ocasiones: la vetusta Ragusa logró sobrevivir a la devastación. Hoy luce orgullosa toda su vitalidad.
Autor de foto y texto: Alfredo Medina ©